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Foto del escritorSandra Arcos Reyes

¿Cómo reaccionar ante esta declaración?: "Mamá, soy trans” tercera parte

Sandra Arcos Reyes

Periodista ,madre de dos, hija, hermana, en constante des-aprendizaje.


“Cuando tenía 9 años fui al baño de la escuela con mi amiga Ana y le dije: si me veo en el espejo, veo un niño. Ella respondió que eran cosas del demonio y que no hiciera caso.”


“Tenía 12 años, estaba en sexto de primaria y aunque usaba aretes, arreglaba mis pestañas o pintaba mis labios no me veía como mis compañeras, todas usábamos el mismo uniforme con falda, el cabello largo y de ninguna forma conseguía verme como ellas”

“En la secundaria usaba suéter todo el día, aunque hiciera mucho calor, para que no se notaran mi pecho. No quería que nadie notara que tenía pechos”.


Estas son algunas de las situaciones que mi “hija” empezó a relatar en esa sesión con Lina Pérez, aquel 23 de diciembre y que recuerdo claramente.


Lloraba al escucharle pensando en eso que había vivido y no había compartido con nadie.

Recuerdo que le comenté a Lina: “pero le gustan los niños, cuando tenía 12 años, me dijo que le gustaba un niño de su grupo y durante la secundaria también”.


Sí, como muchas otras mamás creía que la orientación sexual era lo mismo que la identidad de género. Para empezar, ni siquiera conocía la expresión “identidad de género”.


La especialista inició explicando que era el sexo y me acuerdo de la información en los siguientes términos: el sexo divide al macho de la hembra e incluye aspectos como los cromosomas, gametos, hormonas, genitales; si es macho, tiene pene, testículos y produce esperma; si es hembra, tiene vulva, útero y produce óvulos.


Parecería algo muy elemental; sin embargo, mi discurso era: los hombres tienen pene y las mujeres tienen vulva, palabras que escuché y repetí durante mucho tiempo.



Después nos pidió hacer una descripción de cómo eran hombres y mujeres y el resultado fue: los hombres son fuertes, hábiles, infieles, machistas, sucios, protectores, proveedores, borrachos, desaliñados, vagos, comelones y las mujeres son: delicadas, cariñosas, sumisas, débiles, vanidosas, limpias, fáciles, usan cabello largo, en fin, una lista de adjetivos que vuelvo a leer y me provoca vergüenza pensar en ello. Ésa era yo hace tres años.


Lina nos explicaba que todas esas características asociadas el género masculino o femenino son productos culturales. Cuando pensamos en un macho que nació con pene y tiene testículos, le denominamos hombre y esperamos que cumpla con todas esas características para ser “hombre” y si no sucede, entonces no está cumpliendo el rol y es calificado, en el mejor de los casos, como afeminado o en el peor de los escenarios, como mujer. Producto del patriarcado.


Cuando tenemos una hembra, tiene vulva y produce óvulos, esperamos que cumpla las “reglas” asociadas a la femineidad y que repita esas tareas y roles de “mujeres”, muchas veces aprendidas de nuestras madres y abuelas, principalmente, pero reforzadas por medios de comunicación, literatura, música, teatro.


Toda esta información no era fácil digerir en un par de horas y Lina compartió un video llamado La vida de Juan, https://youtu.be/eQlSZ5Me3Do. En este video, “el lápiz del género” se encarga de “mantener” las acciones y sentimientos que debería tener Juan para ser considerado hombre. Ampliamente recomendado, sobre todo para los más jóvenes.


El video “La vida de Juan” integra la serie “Trabajando con hombres jóvenes”, Instituto Promundo (Río de Janeiro), Instituto PAPAI (Recife), ECOS (San Pablo) y Salud y Género (México).



El video “La vida de Juan” integra la serie “Trabajando con hombres jóvenes”, Instituto Promundo (Río de Janeiro), Instituto PAPAI (Recife), ECOS (San Pablo) y Salud y Género (México).





Pero faltaba lo que más necesitaba saber: ¿qué significaba ser trans? ¿cómo mi hijo había adoptado esa definición para sí mismo? La especialista explicó: cuando nace una persona se le asigna un género de acuerdo con los genitales externos: tiene pene, se denomina niño; tiene vulva y se denomina niña. Tanto niños como niñas son formados dentro de este esquema que atribuye características específicas para lo masculino y lo femenino.


Y es aquí donde entra el concepto de identidad de género, al que entiendo como la percepción absolutamente personal de cómo me defino a mí mismo, como me autopercibo: hombre, mujer o ninguno de éstos dos.


Si ocurre que me percibo como mujer y tengo vulva, vagina y produzco óvulos, entonces soy cisgénero, puesto que mi autopercepción coincide con mis genitales. Si me percibo como mujer, pero tengo pene, testículos y produzco espermatozoides, entonces soy una mujer transgénero. Las personas transgénero, así lo dijo Lina, van más allá del género impuesto.


En caso de autopercibirme como hombre y nacer con pene y testículos, entonces soy cisgénero, pero si nazco con vulva y útero y me identifico como hombre, es decir, que no coinciden mis genitales con la identidad que siento, entonces soy un hombre transgénero y este era el caso de mi hijo: nació con genitales de hembra, pero su autopercepción no correspondía con ellos.


Aparentemente, todo esto tenía una lógica, un sentido y podría entenderlo, aunque tardaría algunos meses, ¿pero entonces dónde quedaba MI “hija” si ahora tenía un hijo? Nótese que pongo en mayúsculas la palabra MI porque me costaba trabajo entender que tanto Alex como Ximena tienen vida, ideas y sentimientos propios, que no son extensiones de mi vida y aunque con mucho amor de por medio, en algún momento pretendí tener el control de todos los aspectos de su vida, incluyendo su identidad de género o su orientación sexual.

Alejandro había crecido como una niña, rodeada de mucho amor, pero también con limitaciones a su género porque “las niñas no hacen eso”. Incluso tuvo una fiesta de 15 años y aunque siempre había dicho que no le interesaba, tres meses antes de su cumpleaños dijo que sí le gustaría una fiesta de 15 años.


Cuando le preguntó porque decidió tener fiesta responde: “cuando veía que toda la gente estaba muy a gusto y cómoda con el género asignado y yo no, creí que estaba mal sentirme así, no conocía a nadie que se sintiera como yo, y en un intento por encajar en ese rol de niña que me habían asignado, acepté tener la fiesta, pero lo único que resultó fue confirmar que no me sentía cómodo en el rol femenino.


Imaginar que mi hijo vivió cada día como una verdadera lucha para tratar de encajar con algo que no le funcionaba y además sin contarlo a nadie, me hizo dar cuenta de que mi postura era como la de los caballos que solo ven hacia el frente, sin atreverse a mirar a los costados, porque eso también va en contra del concepto de mujer-madre-esposa-amiga-maestra-hija-empleada maravilla que debía ser, porque además era el ejemplo para “ellas”. La transición de mi hijo me salvó y no me cansó de repetirlo.


Así que ahí estábamos en esa sesión de 4 horas con Lina Pérez y conforme pasaban los minutos iban creciendo las interrogantes: ¿por qué las mujeres trans cargan con estereotipos tan negativos y sórdidos? ¿por qué no hay referentes de hombres trans conocidos? ¿qué los lleva a ser menos visibles que las mujeres trans? ¿tiene que ver con su crianza como niñas? Había tantas cosas nuevas que aprender, pero sobre sobre todo había mucho que desaprender, porque aquello ya no me era útil, no me servía para entender lo que mi hijo vivía.


Y aquí fue donde me di cuenta que más allá del amor que siento por mi hijo, de las nuevas enseñanzas y las excelentes terapias con las y los mejores profesionales, no sería suficientes si no tenía la voluntad de abrir mi mente, de cuestionar lo establecido y estar dispuesta a aceptar que la diversidad ahora era parte de mi vida, de mi familia y eso implicaba cambios de actitud, de expresión, de dejar de celebrar chistes homofóbicos y machistas.


Aún faltaba lidiar con la parte de la orientación sexual porque sí ya había comprendido que no tenía una hija sino un hijo, entonces seguro se enamoraría de una chica ¿o no? Pues resultó que no, que mi hijo es un chico trans gay. Ahora, si son madres de mi generación, intenten acomodar eso en su cabeza en una tarde de diciembre antes de la Navidad.

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